IES Menéndez Pelayo de Getafe, el centro de enseñanza más antiguo del mundo

 Fernando Rayo

    Durante la última década han ido apareciendo en el recinto del Instituto Menéndez Pelayo de Getafe, sobre el terreno, abundantes herramientas de piedra de tiempos prehistóricos. No se trata de hallazgos sorprendentes, pues se sabe desde comienzos del siglo XX que la zona es fértil en evidencias arqueológicas, sobre todo las conocidas terrazas del río Manzanares, donde se han encontrado restos de elefantes y de otros animales del pasado, acompañados de una amplia muestra de material lítico tallado por homínidos cazadores-recolectores.

    Si se contempla la ubicación de nuestro instituto sobre un mapa, se observa de inmediato un emplazamiento privilegiado para, desde el punto de vista de un cazador paleolítico, instalar un campamento. Se trata de un enclave idóneo, flanqueado al norte por el arroyo Butarque; al sur, por el arroyo Culebro; al este, por el río Manzanares; y al oeste, aunque a mayor distancia, por las sernas de Fuenlabrada. Era, pues, un hábitat centrado, a partir del cual nuestros antepasados podrían planear las partidas en busca de alimentos y diversificar sus actividades cinegéticas. Como se sabe, los ríos atraen a los animales; por lo tanto, la nutrida fauna del Pleistoceno, tanto en periodos fríos como templados, se congregaría en sus orillas para abastecerse de agua y, en el caso de los herbívoros (elefantes, hipopótamos, caballos, antílopes, ciervos, cabras), de forraje. Consecuentemente, los bosques galería de los cauces también atraerían a buen número de los depredadores que se alimentaban de ellos. Entre los carnívoros, junto a felinos y hienas, figurarían en un lugar destacado las bandas de humanos que, tal vez de manera estacional, merodearon por este amplio territorio interfluvial.

Mapa del interfluvio donde se ubica el IES Menéndez Pelayo de Getafe

    Además, según apuntan los geólogos, un brazo del arroyo Butarque llegaba hasta el terreno que ocupan el instituto y el anejo parque de Castilla La Mancha, lo que explica que, todavía hoy en día, cuando llueve copiosamente, se inunde la zona con grandes charcos que duran largo tiempo. Dicho afluente del Butarque debió de proporcionar abastecimiento de agua en el campamento primitivo. Es decir, el solar de nuestro instituto ocupa un lugar de inmejorable asentamiento para los antiguos cazadores.

El que aparezcan en la actualidad las herramientas de piedra tampoco debe extrañar. Es cierto que durante milenios los yacimientos arqueológicos quedaron sepultados por distintas capas de sedimentos. Sin embargo, a partir de la década de los años 70 de la pasada centuria, la presión urbanística fue notable sobre la zona del barrio de Las Margaritas. La construcción de viviendas produjo el inevitable movimiento del terreno para excavar los cimientos de las nuevas edificaciones, lo que provocó en ocasiones que los materiales arqueológicos afloraran y quedaran en superficie. Una mirada atenta y algo entrenada permite distinguir las lascas talladas de las vulgares piedras. Este efecto resulta notorio en el Menéndez Pelayo, sobre todo en el entorno de los edificios Castilla y Silverio Lanza, donde han aparecido las más nutridas colecciones de útiles, aunque es más débil en el edificio Manuel Azaña. Pero también es cierto que dichas construcciones malograron el valor científico de las piezas, que solo aportan datos útiles y fiables cuando se estudian in situ, esto es, en su propio yacimiento, y no si se hallan dispersas, como es el caso, por el terreno. Precisamente, esta circunstancia impide, entre otras consideraciones, que se puedan datar los hallazgos. Así pues, para averiguar la época de las herramientas, solo cabe intentar una aproximación mediante el cotejo tipológico de las colecciones, con todos los riesgos que implica, dado que, como se sabe, algunos formatos de los útiles, aunque suelan relacionarse con determinados periodos de la Prehistoria, siguieron reproduciéndose en épocas posteriores. 

Las herramientas encontradas en el instituto se reparten en tres colecciones:

  1. Colección del Castilla: se trata de una veintena de piezas de tamaño grande y medio (entre 10 y 20 cm), talladas en caliza litificada de color marfileño. Predominan en el conjunto las lascas con filos retocados y los picos triédricos, por lo que cabría relacionar las piezas con el tecnocomplejo Musteriense (Modo III), que se suele asociar con los neandertales (Homo neandertalensis). Si así fuera, podrían datarse dichos utensilios con una antigüedad entre 250.000 y 35.000 años antes del presente.


Dos útiles en cuarcita litificada y uno de sílex (centro)

  1. Colección del parque de Castilla La Mancha: se trata de una muestra heterogénea, en la que aparecen mezcladas piezas de gran porte, como raspadores y puntas de tipo levalloise, características también de los neandertales, con otras de factura microlítica (1 o 2 cm), representadas por puntas, buriles y pequeños raspadores, probablemente fabricados para ser engastados en mangos de madera o hueso. Algunos de estos utensilios están tallados en sílex, el material más apreciado para la fabricación de las herramientas líticas, pero escaso: en nuestro entorno solo se encuentra en el cerro de la Gavia, cerca de Vallecas. Sin embargo, los microlitos están confeccionados en cuarcita procedente de cantos rodados, de cierta abundancia en el terreno. Precisamente, el pequeño tamaño de dichas piezas permite suponer una datación más tardía, ya propia de nuestra especie (Homo sapiens), hacia finales del Paleolítico (12.000 años antes del presente), o incluso del Neolítico (entre 7.000 y 4.500 años antes del presente).


Algunos útiles de sílex y cuarcita de tipo Musteriense (Modo III), atribuido a los neandertales

Selección de microlitos, puntas y buriles sobre cuarcita de cantos rodados


  1. Colección del Silverio: sin duda se trata del conjunto de piezas más amplio y curioso. Se habrán recolectado cerca de un centenar; pero sobre el terreno, aledaño al edificio Silverio Lanza, permanecen en el suelo varios cientos, puede que miles. Lo primero que destaca al observar la muestra es el material en el que están talladas las herramientas: una parte, la más pequeña, se ha confeccionado en una cuarcita de color gris oscuro; sin embargo, la mayoría de las piezas han sido fabricadas en granito, un material muy raro en el registro arqueológico, pues no ofrece cuando se talla filos eficaces. El conjunto está representado por raspadores y buriles de pequeño porte (4 o 5 cm), aunque aparece a su vez una amplia cantidad de microlitos, como ocurría en la colección anterior. Existe una cierta afinidad con la colección microlítica del parque Castilla La Mancha, por lo que es probable también que los utensilios pertenezcan al Neolítico. La localización de las piezas debe achacarse al proceso de edificación del que fue el antiguo Instituto Silverio Lanza. Al excavarse los cimientos para su construcción, se debió de dar con el sustrato fértil en el que se ubicaban los útiles, un yacimiento que todavía permanecerá parcialmente conservado a una profundidad aproximada de 3 o 4 m. La tierra, mezclada con las piezas así extraídas, finalmente se compactó alrededor de la edificación, donde permanece desde entonces. Tal deducción está reforzada por el hecho de que algunos de los útiles encontrados están impregnados de brea, material que se usa en la construcción para la impermeabilización de los cimientos. 

Pequeña muestra de puntas y raspadores de cuarcita gris

Breve muestra de cuchillos, puntas y raspadores de granito

Algunos buriles y raspadores de granito

Algunos microlitos de granito de la colección del Silverio Lanza

Para finalizar, cabe preguntarse por qué aparecen en el Silverio tantas piezas, algunas acabadas y otras confeccionadas a medias, como proformas, en un material tan raro en el registro arqueológico y tan poco útil como el granito.

Debe tenerse en cuenta el salto evolutivo que supuso la fabricación de herramientas entre los primitivos homínidos. En dicha evolución jugó un papel crucial la enseñanza activa (teaching), que diferencia a los homínidos del resto de primates, como los chimpancés, por ejemplo, que solo pueden aprender de sus mayores por imitación. Los primeros útiles de piedra documentados en África, de una antigüedad de más de dos millones de años, la conocida cultura Olduvayense (Modo I), quizá sí pudo transmitirse también por imitación. Sin embargo, existe un amplio consenso entre la comunidad científica sobre que el cambio cultural del tecnocomplejo Olduvayense al Achelense (Modo II), en el que se empezaron a fabricar hace un millón y medio de años las hachas de mano o bifaces, debió verse reforzado por la aparición de la capacidad de los homínidos de transmitir sus conocimientos por medio de un mecanismo más elaborado y complejo que la imitación, un mecanismo basado en la aprobación o reprobación de las conductas por parte de los progenitores hacia sus crías. Solo así cabe entender la difusión de la talla bifacial de herramientas líticas, destreza harto complicada y prácticamente imposible de transmitir solo por imitación. Digamos, pues, que la enseñanza, tal y como la concebimos hoy en día, nació en África hace más de un millón de años.

    De vuelta a Getafe, una hipótesis plausible es que el yacimiento descrito del Silverio Lanza lo constituyan los restos de un taller de talla, pero dedicado a la enseñanza, un taller en el que los jóvenes aprendieran las destrezas necesarias para la confección de herramientas sobre un tipo de roca abundante y fungible como el granito. No tendría sentido que los aprendices practicaran la talla de útiles en el valioso y escaso sílex o en la cuarcita de cantos rodados, materiales que se reservarían para los cazadores experimentados.

De ser cierta esta hipótesis, que podría confirmarse con una excavación arqueológica en el patio del Silverio, el yacimiento representaría el primer testimonio de lo que podría llamarse un taller-escuela. Además, sería razonable afirmar que el solar de nuestro instituto se dedicó a la tarea pedagógica ya en la Prehistoria, hecho que lo convertiría sin duda en el centro de enseñanza más antiguo del planeta.


LA INVENCIÓN DEL MANGO

    Aunque se supone que muchas herramientas primitivas debieron engastarse en mangos de madera o asta, en el registro arqueológico apenas aparecen testimonios que documenten tal suposición. El mango suele inferirse en algunas piezas por las marcas de uso que permanecen en las herramientas líticas.

    El primer caso casi directo, apareció en un abrigo catalán ocupado estacionalmente por los neandertales durante siglos, donde se encontró, en un estrato fechado en 50.000 años, el negativo o huella de un útil de madera, una especie de paleta, probablemente utilizada para limpiar el suelo de esquirlas después de una jornada de talla, que estaba diseñada con un mango integrado. De ahí que la pieza que aparece en las fotografías sea de gran importancia. Se trata de una maza de cuarcita sobre lasca de canto rodado con el mango integrado en el diseño de la pieza, que se utilizó como percutor duro para la talla de útiles de piedra. Este uso lo corroboran las marcas de desgaste que aparecen en la zona de percusión.




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